La crisis que se ha abatido sobre la economía española ha puesto de relieve la importancia de un cambio de modelo económico, desde la España del ladrillo hacia la España de la innovación. Para que el cambio de modelo sea posible, las empresas españolas tienen que quitarse de encima las tenazas que inhiben la innovación, y para ello es preciso partir de una correcta definición de lo que entendemos por innovación en el mundo de los negocios.
Cada vez que aparece un artículo en la prensa acerca del tema de la innovación o que alguien del gobierno habla sobre lo que se está haciendo para fomentar la innovación, pareciera que se habla exclusivamente de "I+D" o "investigación científica" como sinónimo de innovación. Se trata de una confusión preocupante porque en la medida en que se entienda a la innovación desde una perspectiva tan acotada, difícilmente se podrán diseñar y poner en marcha medidas gubernamentales capaces de abordar el problema verdadero que inhibe la innovación en las empresas.
Por suerte, las empresas no necesitan esperar a las políticas de los gobiernos para volverse más innovadoras. Todo lo que hay que hacer para innovar se puede hacer con los recursos actuales que ya poseen las compañías españolas. En primer lugar, hay que partir de la definición correcta de innovación, que es mucho más amplia que la de "I+D" o "investigación científica". De hecho, muchas de las empresas más innovadoras del planeta ni siquiera tienen una organización de "I+D". La innovación, en el ámbito de los negocios, podemos definirla como "la transformación de ideas nuevas en negocios de alto potencial". Lógicamente, la I+D puede ser una fuente de ideas nuevas, o asimismo una manera de encontrar la forma de transformar una nueva idea en un negocio, pero hay otras muchas fuentes de ideas nuevas y muchas otras formas de transformarlas en negocios rentables que a través de una organización propia de "I+D".
Hay tres barreras profundamente arraigadas en prácticamente todas las empresas del mundo, no solo las españolas, que inhiben la innovación (entendida tal como la hemos definido):
- El convencimiento de que la estrategia la debe definir la dirección de la compañía.
- El hecho de que las compañías tienen profundamente arraigados procesos de asignación de capital orientados únicamente hacia el análisis de inversiones incrementales en los negocios existentes.
- La rigidez en la asignación del talento.
Para innovar, las empresas tienen que empezar por generar la mayor cantidad de ideas nuevas posibles. Cuanto más diferente la gente que participa en el proceso, más ideas surgidas desde diferentes puntos de vista y diferentes perspectivas. Para maximizar el proceso de generación de ideas nuevas es necesario acceder a gente diversa: con distintos estudios, diferentes orígenes, diferentes culturas, distintos sexos, distintas razas, diferentes países, distintos idiomas, de dentro de la compañía y de fuera, etc. Como contrapartida ¿donde hay menos diversidad que en la cúpula de las empresas? Para que toda esta gente pueda aportar nuevas ideas es necesario hacerles partícipes del proceso de definición de la estrategia de la empresa... así, la definición de la estrategia debe fluir de abajo hacia arriba y la implementación de arriba hacia abajo. Algo contra-intuitivo tal vez... en un mundo empresarial donde la estrategia es vista como el feudo de los más poderosos... pero lógico y razonable si lo que se pretende es innovar, es decir convertir la mayor cantidad posible de ideas nuevas en negocios de alto potencial!
No hay empresa que se precie que no tenga instaurado un proceso de asignación de capital riguroso y estructurado. Ello es bueno para la evaluación de inversiones millonarias en mercados existentes pero totalmente inadecuado para evaluar ideas nuevas que apuntan a desarrollar mercados que no existen... Si no hay mercado, ¿cómo podemos calcular la demanda, desarrollar un modelo financiero fiable y calcular una tasa de retorno? Ergo, un analista riguroso y un gestor que realice bien su trabajo, lo primero que harán es decir que se trata de una idea altamente riesgosa, con un mercado pequeño o inexistente, y por lo tanto nada adecuada para la empresa. Por ello, en una empresa que quiera convertirse en innovadora, lo primero que hay que hacer es crear dos procesos completamente diferentes para la evaluación de proyectos: un proceso tradicional para las inversiones incrementales en el negocio existente y un proceso completamente diferente para la evaluación de ideas innovadoras. Un proceso mucho más parecido al que siguen las empresas de capital riesgo para evaluar un proyecto.
Por último, las ideas innovadoras, para transformarse en negocios de alto potencial necesitan al principio más inversión en tiempo de gente talentosa que en dinero. Por consiguiente, una empresa que pretenda hacer de la innovación una verdadera capacidad debe poner en marcha un mercado de libre circulación de talento permitiendo que los mejores recursos de la compañía fluyan hacia las ideas más prometedoras. Esto tiene aparejado un beneficio extra: el aumento de la motivación y el compromiso de las personas.
Como podemos ver, invertir en "I+D" no es una condición necesaria ni suficiente para transformar una empresa en una compañía altamente innovadora. Si España ha de cambiar el modelo económico, es fundamental comenzar a clarificar qué significa innovar y cuáles son las verdaderas capacidades que necesita desarrollar una empresa para innovar en forma continua.